¿Por qué enseñar a leer y a escribir en la Universidad?
La
cultura universitaria supone para el estudiante que ingresa la exposición a
nuevos campos del conocimiento y por ende, a formas de apropiación del mismo
que requieren de acciones específicas y orientadas. Puesto que el estudiante se
enfrenta con áreas del saber hasta ahora no exploradas, las instituciones deben
procurar brindar las herramientas necesarias con el fin de propiciar una
integración paulatina y una contextualización del sujeto en la cultura
universitaria.
Esta
contextualización, lejos de pensarse como una nivelación o como un remedio para
los vacíos del estudiante, debe asumirse como un acto de responsabilidad que
familiariza con una dinámica distinta de acceso al conocimiento. En última
instancia lo que se pretende es, tal como lo afirma María Cristina
Martínez, “enseñar a pensar” (2002) como
criterio básico de la calidad de la educación.
En
este contexto, la lectura y la escritura constituyen elementos nucleares en la
construcción del universo semiótico propio de la cultura académica, pues sin
lugar a dudas, dichos procesos suponen, teóricamente, un marco filosófico que
los vincula con las diferentes formas de la praxis humana (Charolles, 1978).
Ellos implican la consideración de que
la actividad humana es un sistema de acciones, de relaciones epistemológicas,
de influencias y transformaciones, que tiene un carácter social y cultural
(Vygotsky, 1993).
Se
comprende pues, que la lectura y la escritura no son simples procesos de
instrumentalidad de la comunicación, al respecto Carlino (2005) demuestra que
son condiciones para la creación y transformación de saberes, pues significan
un ordenamiento particular de la consciencia y
por ende, una forma singular de estructurar el conocimiento. En este
sentido, múltiples investigaciones antropológicas, históricas, lingüísticas y
psicológicas (Ver Goody, 1996 y Ong,
1987), otorgan a la escritura y a la lectura una significación relevante en el
proceso de construcción de saberes.
La escritura y la lectura además
se convierten en las actividades mediante las
cuales se da la retroalimentación y determinación de idoneidad y certificación
de los aprendizajes de los estudiantes de acuerdo con las competencias de
referencia que se propongan, lo cual tiene como consecuencia importantes
cambios en la capacidad cognitiva del sujeto. De allí que deba admitirse la
necesidad de un trabajo particular con la lectura
y la escritura en el ámbito universitario; es decir, un reconocimiento de “el
conjunto de nociones y estrategias necesarias para participar en la cultura
discursiva de las disciplinas así como en las actividades de producción y
análisis de textos requeridas para aprender en la universidad.” (Carlino, 2007,
p.13).
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