OSCAR MUÑOZ
Entrevista
retrospectiva a Oscar Muñoz
"No veo mi proceso como una línea hacia adelante, lo veo como una serie
de rodeos donde todo vuelve y a lo mejor se parece, pero no es igual."
María Wills: Al ser tu obra una constante reflexión sobre la memoria, empecemos
hablando de de tus recuerdos. Cuéntame un poco sobre tu infancia. ¿Dónde
creciste, cuándo llegaste a Cali?
Oscar Muñoz: Nací en Popayán y viví en Venezuela mi primera infancia; de ese tiempo
tengo solamente unos recuerdos vagos y dos fotografías muy blancas, como esos
recuerdos: una casa de clima caliente, parecido al de Cali, con largos
corredores y mucha luz, patios con árboles, había un árbol de almendro
grandísimo. Ese es el recuerdo que permanece de esos años en Venezuela. Luego
nos mudamos a Cali cuando yo tenía más o menos ocho años.
MW: ¿Qué memorias de la infancia o de la juventud han marcado tu
trabajo?
OM: Estaba leyendo un estudio sobre Wittgenstein, quien decía que la
imagen mnemónica no es una fotografía, no es estática ni plana; por otro lado
me pregunto si el recuerdo de una imagen fotográfica será necesariamente el de
una imagen congelada. A mí, más que recuerdos estáticos, me llegan vivencias. Las cosas que me llegan de la infancia tienen que ver mucho con
momentos en los que me relaciono con los materiales. Por ejemplo, no recuerdo
el momento vivido ni el lugar de ninguna de esas dos únicas fotografías en las
que aparezco con mi hermana Norma y con mis padres en la primera, y con Norma y
con Maruja, mi madre, en la segunda, cubiertos por una sombrilla china de papel
negro, parados como estatuas sobre un pedestal, pero sí recuerdo haber tenido
en mis manos esa maravillosa y delicada sombrilla con sus innumerables radios
de bambú. Hay un interés por la materia, por las superficies; y en este tiene
mucho qué ver la vida del juego, de la infancia, del niño que está agachado
como un hombre primitivo, con una curiosidad por comprender el mundo a partir
de las superficies, los sabores y los olores. Pienso que cada ser humano tiene
en su memoria algo así como un baúl al que puede recurrir a buscar los
recuerdos refundidos de esas experiencias primeras.
Imagen tomada de http://search.iminent.com/SearchTheWeb/v4/3082/homepage/Default.aspx
Cuando cursaba quinto de bachillerato ya
estudiaba en la Escuela de Bellas Artes de Cali. Me encantaba estudiar en
Bellas Artes, sentía fuertemente el contraste que había entre la disciplina tan
estricta de un colegio de curas —había que hacer fila y tomar distancia antes y
después de cada recreo y subir las escaleras en completo orden y silencio—, con
lo que sucedía cuando llegaba al Instituto Departamental de Bellas Artes a la
seis de la tarde, una de las horas más agradables de Cali. Bellas Artes estaba
en un edificio divino, muy aireado, con una cafetería al aire libre donde
estaban las niñas de ballet metidas en sus trusas y con su pelo recogido,
la gente de teatro y toda esa movida que en los años setenta era muy fuerte y
estaba en plena agitación… Y aunque el Instituto de Bellas Artes no
estaba pasando por su mejor momento, el ambiente era para mí maravilloso,
llegar allí después de las clases agobiantes de la tarde en el colegio.
MW: Entonces se podría decir que lo que marco
tu educación artística fue la libertad.
OM: Esa época fue definitiva para mí, llegaba
feliz a clase con mis barritas de carbón a dibujar. Por supuesto, cuando
terminé el bachillerato no dudé de que eso fuera lo que quería seguir haciendo.
Me gradué de Bellas Artes dos años después de terminar el bachillerato. Eran
estudios intermedios, no sé qué categoría tenían, pero no se había formalizado
como carrera. Eso ocurrió después. Realmente a mí me dieron el título hace unos
diez años. Hay que decir que la enseñanza, sin embargo, era bien académica (a
diferencia de ahora), yo quería ser un dibujante con trazos muy definidos y
precisos. Sin embargo, muchas cosas de esas clases se quedaron conmigo para
siempre: cómo la luz daba sobre los objetos geométricos de yeso.
Por otro lado, otros aspectos muy importantes eran las
amistades, el medio, mis compañeros de Bellas Artes, mis compañeros de colegio
y los amigos del barrio. Todos eran algo distintos. Finalmente mi trabajo me
acercó más al grupo de artistasque se llamaría el Grupo de Cali.
OM: Cuando salí de Bellas Artes alquilé un
taller-estudio y empecé a trabajar con una cierta disciplina. Lo primero que
hice, por invitación de Miguel González, fue una exposición de dibujos en
Ciudad Solar, González era su director (y curador, aunque este término no se
usaba aún). En ese momento conocí al grupo que conformaba este maravilloso
espacio, a Fernell Franco, Luis Ospina, Andrés Caicedo, Paquico Ordoñez,
Eduardo Carvajal, además de personajes como Edgar Negret y Pedro Alcántara.
MW: Tus obras iniciales están marcadas por esa
efervescencia cultural y social de la época.
OM: Absolutamente, a finales de los años
sesenta y comienzos de los setenta había un ambiente que me atraía muchísimo. Yo empecé a estudiar
en 1971, sin duda se sentían las repercusiones de Mayo del 68 que generaban
unos cambios y libertades sin precedentes para la juventud de la pequeña
provincia que era la Cali de ese entonces.
MW: Además, Cali fue particularmente importante para los movimientos de vanguardia de ese entonces. Estaba Ciudad Solar, espacio colectivo y experimental, existían los festivales de vanguardia. Me imagino que te involucrabas en toda esa movida.
OM: En esa época se organizaron unos
festivales estudiantiles de arte intercolegiados, allí vi por primera vez a
Andrés Caicedo en una obra de teatro que él había montado con compañeros de su
clase. Claro, esto era un poco marginal al lado de los festivales de arte, en
gran medida liderados por el Museo de la Tertulia.
MW: ¿Desde el Instituto se promovía un arte
muy político?
OM: Recuerdo dos vertientes con dosis política
que influían fuertemente: una figuración, que posiblemente provenía de los
muralistas mexicanos, y otra desde la gráfica y el dibujo latinoamericanos,
como la de José Luis Cuevas, de hecho habíados artistas importantes que
trabajaban por esta línea. Ellos hacían un tipo defiguración muy relacionada,
con tinta negra y pluma o pincel sobre papel. Uno eraPhanor Satizábal y el otro
Pedro Alcántara. A Phanor nunca más lo volví a ver, encambio con Pedro tuvimos
una larga y estrecha amistad.
El trabajo de Pedro y su conocimiento de las técnicas
de impresión fueron importantes para mí, así como lo ha sido trabajar y aprender
de otros artistas amigos: Fernell con su mirada y sus conocimientos de la
fotografía, Ever Astudillo y su poética y el mundo de sus maravillosos dibujos;
las largas conversaciones con historiador y curador Miguel González, eran toda
una experiencia; Maripaz y sus poderosos grabados de la época; las
conversaciones de cine con Ramiro Arbeláez y Luis Ospina.
Por otro lado, en ese entonces había ya una generación
anterior de pintores en la ciudad, ellos ya eran unos artistas consolidados en
el medio local como Jan Bartelsman, Lucy Tejada y María Thereza Negreiros.
Los
tiempos de la gráfica - Entrevista retrospectiva de María Wills
MW: Tu obra temprana se concentró en desarrollar una maestría para
dibujar desde el punto de vista realista, pero resaltando siempre tu interés
por la luz.
OM: Hay varios aspectos determinantes en relación con el trabajo que
realizaba en la época: por un lado, la incorporación de la fotografía al
lenguaje artístico, a través del pop y del arte conceptual. Y,
posteriormente, como referente de ese fuerte renacer del realismo y el
hiperrealismo a comienzos de los setenta. Creo que la Documenta dedicada al
hiperrealismo fue a comienzos de los setenta. Yo me sentí absolutamente atraído
por este tipo de trabajo, sin embargo, para mí era esencial representar la luz
y la sombra en los espacios y sobre las cosas. En esos momentos iniciales aún
no estaba presente un interés conceptual por la fotografía, era más como una
intermediación entre el mundo y el dibujo, una traducción que daba un carácter
documental y atmosférico que no tenían mis trabajos anteriores.
Los primeros dibujos realistas de colombianos
que vi y que me impresionaron en ese momento fueron de los de Santiago Cárdenas
y de Darío Morales en una de las bienales que organizó La Tertulia; por otro
lado, Fernell Franco ya había mostrado en Ciudad Solar su inolvidable serie Las
prostitutas, tomada en Buenaventura.
Narciso
MW: En ese momento estabas pensando en el dibujo más puro y
tradicional, alineado con el fotorrealismo; pero ¿en qué momento empezaste a
querer desintegrarlo? Se podría decir que cuando empiezas a trabajar con el
polvo de carbón, y ya no con trazos, estás desintegrando también el oficio del
dibujo. ¿Cómo se dio ese paso?
OM: Yo no diría que en ese momento esos dibujos estaban precisamente
dentro de una línea tradicional, más bien la figuración realista, apoyada por
la fotografía supuestamente fría y documental, ponía una distancia ante otras
figuraciones más cercanas al expresionismo. Creo que entre nosotros, es decir,
el grupo que trabajaba en Cali, Medellín y Bogotá, la crisis aparece en los
años ochenta. En algunos círculos hubo una oposición fuerte al realismo y al
dibujo. Me acuerdo de una exposición que se organizó en la Galería Garcés
Velásquez, se llamaba, creo, Por fin pintura; esto ocurría, obviamente,
porque había un cierto cansancio con el dibujo y el realismo. La pintura
llegaba como un respiro.
De cualquier manera yo he pensado que el dibujo no es
una técnica. Es algo que siempre está en nuestra vida y en nuestra mente, es
parte de nuestra idea de la estructura de las cosas.
Referencias
Re/trato, 2003
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